Edna Jaime
Se debe generar una amenaza creíble de sanción, de capacidad disuasiva contra la corrupción

Edna Jaime es fundadora y directora general de la organización México Evalúa. Licenciada en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, cuenta con más de 25 años de experiencia en el desarrollo de políticas públicas desde la sociedad civil. Es consejera ejecutiva del Foro de París sobre la Paz y consejera de YouthBuild México. Articulista y comentarista en medios nacionales, fue una de las principales promotoras del Sistema Nacional Anticorrupción. 


Ethos: ¿Es la voluntad política el ingrediente que falta para combatir la corrupción?

Jaime: Es indispensable. En su ausencia es difícil que este engranaje institucional que hace efectivo el control anticorrupción pueda funcionar. Sin embargo, a ningún político le gusta que le aten las manos ante todo un sistema de corrupción que funciona, entonces es difícil que por voluntad propia un político o un grupo de políticos decidan fortalecer mecanismos para controlarse. 

La forma en que el combate inicia es a través de esfuerzos que surgen de la sociedad civil o de la combinación de circunstancias que hacen inevitable fortalecer los mecanismos de rendición de cuentas y los mecanismos anticorrupción. 

E: La corrupción lleva mucho tiempo adherida a la vida del país, ¿qué nos hace diferentes hoy? 

J: Lo que ha hecho la diferencia en los últimos años son mayores espacios para la libertad de expresión y que se han puesto sobre la mesa casos muy llamativos que generaron la urgencia de atender el problema y de asumir los costos que tiene la corrupción para el país en todos los ámbitos. Fue un salto cuántico pasar de verlo como un fenómeno normal a verlo como una deformación del Estado mexicano y de la sociedad mexicana. 

El voto de 2018 fue para encontrar soluciones a esta deformidad, ahora queda ver en los próximos años si esta agenda realmente se traduce en acciones anticorrupción concretas.

E: El Sistema Nacional Anticorrupción surgió como el antídoto, ¿en qué vamos? 

J: Entre la falta de voluntad política y la falta de capacidad suficientes, estamos ante el reto de hacer madurar el Sistema para que realmente cumpla con el objetivo que tiene previsto en su concepción y en las leyes. Todavía estamos esperando que esto suceda, hay obstáculos importantes de diseño y de capacidad institucional que hacen que en este país la corrupción no tenga una detección oportuna, investigación ni sanciones adecuadas. 

E: ¿Qué tendríamos que hacer para mejorar lo que ya se tiene?

J: Lo primero que necesitamos es un liderazgo político verdaderamente comprometido con el Sistema, que promueva ajustes al diseño, porque hubo cosas que no quedaron bien resueltas y que están impidiendo que funcione cabalmente. En la administración pasada, por un lado, estábamos festejando junto con el presidente la ley, la reforma constitucional y la instalación del Sistema Nacional Anticorrupción, pero por debajo hubo un sabotaje sistemático a este. 

Lo que esperamos ahora es que ese sabotaje no se repita. Debería haber un espaldarazo por parte del presidente de la República para que este engranaje funcione. Necesitamos visionarios al frente de estas instituciones, dispuestos a salir del statu quo.

E: Actualmente estamos concentrados en la sanción, pero los mecanismos de prevención aún están en el aire, ¿cuál sería el camino para atacar el mal de la corrupción por dos frentes?

J: Tenemos que hacer muchas cosas: regular procesos, tener buenas leyes de adquisiciones y de contratación de obra pública, profesionales en Administración Pública, en la compra, en la contratación. Además, hacer reformas muy importantes para generar un servicio civil de carrera en puestos clave, en los que se toman decisiones y que permiten la existencia de espacios para corrupción. 

Necesitamos tener profesionales también a prueba de todo, con responsabilidades muy bien definidas y las consecuencias marcadas. Es un ciclo redondo de prevención, detección, fiscalización y sanción. Cuando cerremos los espacios a la corrupción, aquellos espacios de discrecionalidad que dan opacidad, y cuando generemos una amenaza creíble de sanción, capacidad disuasiva, entonces estaremos hablando de otra cosa. 

E: ¿Cómo se construyen capacidades anticorrupción?   

J: Para generar capacidades de Estado necesitamos recursos materiales y necesitamos recursos humanos en todas las instituciones para hacer bien su trabajo, no solamente técnicamente solventes, sino que también estén alejados de cualquier contaminación o colonización política. 

La profesionalización hace fuerte a una institución y la hace más resistente a la captura política. Yo pondría énfasis en la profesionalización. 

E: ¿Quiénes son buenos y malos ejemplos de estos avances?

J: En materia de fiscalización, la Auditoría Superior de la Federación tiene buenos cuadros, pero en la procuración de justicia, la Fiscalía Anticorrupción tiene pocos recursos y necesitaríamos generar muchas capacidades de investigación, tener buenos peritos, tener acceso a la información, capacidad para seguir operaciones financieras, mucho diálogo con otras instituciones que también hacen seguimiento de dinero. 

Hay que crear esquemas de profesionalización y de servicio civil de carrera. Desafortunadamente para eso se necesitan recursos financieros y este es el punto más vulnerable, porque algunas instituciones están viendo reducidos sus recursos. En lugar de construir capacidades, las estamos minando y en ese caso estaremos todavía más lejos de tener un sistema serio de control de la corrupción en materia de legislación fuera del sistema nacional. Creamos un edificio muy moderno, pero dejamos las puertas abiertas y por eso se nos cuela la corrupción.

E: Sobre el diseño, ¿cuáles son los puntos más urgentes a trabajar? 

J: La debilidad del Comité de Participación Ciudadana, del que esperamos mucho, pero que no tiene previstos recursos ni staff. No queda claro cómo va a poder ser la fuerza que pueda impulsar a todo el sistema cuando no tiene las atribuciones para eso. Nada de lo que decide es vinculante para el Comité Coordinador. Si hablamos realmente de que los ciudadanos son el corazón del sistema, hagámoslo en serio porque ahorita no parece ser así. Necesita un rediseño. 

La segunda parte es plantear cómo desde la presidencia del Comité Coordinador se puedan mover los engranajes del sistema, considerando que lo preside un ciudadano. En ambos puntos hay que darle un mandato y los instrumentos para que realmente pueda hacer la fuerza, para que tenga la tracción para mover el sistema tras los objetivos deseados, porque hay que recordar que si esto ocurre a nivel nacional, puede verse agravado en los estados. 

E: ¿Considera que la tecnología puede ayudar a reducir los espacios discrecionales? 

J: Es muy importante una buena regulación administrativa, reducir trámites, tener una ventanilla única, automatizar, que en algunos trámites no haya el contacto entre personas que pueda facilitar la corrupción. Esto se traduce en que aún hay mucho por hacer fuera del Sistema Nacional Anticorrupción, esfuerzos que deben correr de manera paralela. 

E: ¿Qué papel juega la transparencia en este combate? 

J: Hay una convergencia con el sistema anticorrupción. Debemos fortalecer a nuestras instituciones en rendición de cuentas, pero en un contexto donde no se cree en esto, donde no hay recursos, va a ser difícil. Un gobierno sin controles es un gobierno que implica muchos riesgos para los ciudadanos y sus derechos, porque podemos tener todo el andamiaje legal e institucional, pero si la autoridad no quiere, no quiere. Es muy importante que haya actividades, ciudadanos haciendo visible esta agenda, su importancia, no dejar que los avances se conviertan en retrocesos. Entre más exista esta rendición de cuentas social –la exigencia que viene directo de la ciudadanía– es mejor para el país, para acotar el poder.