Robert Klitgaard
Se debe experimentar con estructuras, información e incentivos para cambiar los cálculos de los corruptos

Robert Klitgaard es un académico estadounidense, considerado uno de los personajes más destacados en estudios anticorrupción. Actualmente se desempeña como profesor universitario en Claremont Graduate University. Ha impartido cátedras de economía en la Escuela de Administración de Yale y como profesor asociado de políticas públicas en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard. Autor de una decena de libros en la materia, Klitgaard explica en este texto escrito para Ethos, cómo la corrupción es un delito de cálculo en el que, si vale la pena, una persona robará, pero si el costo es muy elevado no lo hará.


Klitgaard: La corrupción es un fenómeno de sistemas más que de valores culturales o de ética individual. Por lo tanto, la tarea para los reformadores es crear mejores sistemas, más eficientes, con más apertura y mayor responsabilidad. La corrupción es una ecuación que equivale a monopolio, más discreción, menos transparencia. Cuando alguien tiene el poder de monopolio sobre algo que quieres, tiene la facultad de decidir cuánto toca, o si te toca algo, y hay poca rendición de cuentas o transparencia, tiene las condiciones estructurales para la corrupción. Por lo tanto, las reformas deben tener como objetivo reducir el monopolio, una discrecionalidad más clara y una mayor responsabilidad y transparencia.

Hay más: los sistemas corruptos pueden surgir y persistir. Necesitamos entender y empatizar con la persona que por la mañana odia la corrupción, al mediodía paga un soborno y por la noche se lamenta: “Así es como vivimos aquí”. 

Tal vez no sea la ética individual lo que falta. Con amigos y familiares, la moralidad de cada individuo puede ser excelente. Pero ante la terrible elección de pagar un soborno para llevar a la madre a un hogar de ancianos, las lealtades familiares pueden ser más importantes. No es tan fácil como “el espíritu está dispuesto pero la carne es débil”. Necesitamos analizar tanto la teoría como ejemplos reales de cómo alterar esos equilibrios corruptos.

Una idea clave es que la corrupción es un delito de cálculo. Como dijo el Auditor General de Uganda: “Alguien se preguntará: ¿valdrá la pena?, si lo vale, una persona robará. Si no vale la pena, no robará. Robar debería ser demasiado costoso. Es por eso por lo que la corrupción está ocurriendo a gran escala”.

Uno podría ir más allá. El arquitecto Frank Gehry dijo: “Como artista tengo limitaciones: la gravedad es una de ellas”. Al diseñar políticas públicas, la codicia es como la gravedad. Al tomar en cuenta esta perspectiva sobre la corrupción nos lleva a suponer que lo que cada persona está haciendo es un cálculo egoísta de costos y beneficios, de riesgos y recompensas.

En la lucha contra la corrupción, necesitamos evaluar tanto los diversos costos de la corrupción como los costos y riesgos de las posibles medidas para reducir la corrupción; a veces, estos últimos no valen la pena. Entonces deberíamos experimentar con mejores estructuras, información e incentivos, con la esperanza de cambiar los cálculos de los corruptos y de los potencialmente corruptos.

Muchas palabras, pero tomemos en cuenta lo que no está allí: este enfoque no trata de cambiar los valores de las personas; no aspira a crear una nueva cultura. Singapur es un excelente ejemplo. En las décadas de 1960 y 1970, pasó de un gobierno de corrupción a uno de notable buen gobierno, sin cambiar ostensiblemente las características culturales nacionales, como los lazos familiares, el individualismo o la distancia de poder.

Otros ejemplos valiosos de reducción de la corrupción son Colombia a fines de la década de 1990, Georgia en 2004, Filipinas bajo Benigno Aquino III, Catar y Ruanda. Varias ciudades también han hecho progresos impresionantes contra la corrupción en varios momentos, como Bogotá y Medellín, Colombia; Campo Elías, Venezuela; Naga City y Mandaue, Filipinas, y La Paz, Bolivia. Craiova, en Rumanía, y Martin en República Eslovaca ganaron el Premio de las Naciones Unidas al Servicio Público por sus reformas contra la corrupción.

Las reformas a veces han sufrido retrocesos, pero el progreso realizado revela la intersección entre el análisis cuidadoso de los sistemas corruptos (estructuras organizativas, información, incentivos, problemas de acción colectiva, etc.), y la perspicacia política (no tratar de hacer todo de una vez, crear impulso, freír a peces gordos, fomentar la colaboración con las empresas y la sociedad civil, etc.).

El liderazgo político es, por supuesto, una ventaja. Pero existen ejemplos de reformas de catalización de la sociedad civil, a menudo en nombre de la eficiencia, que condujeron a grandes reducciones en la corrupción. Un ejemplo sobresaliente es el Sistema de Gobernanza del Desempeño en Filipinas (http://isacenter.org/pgs/), cuyo lema es “la gobernanza es una responsabilidad compartida”. A pesar de la reincidencia bajo el presidente [Rodrigo] Duterte, estas reformas sistemáticas a nivel local y ministerial han involucrado a las empresas y a la sociedad civil, y han hecho importantes diferencias en la calidad e integridad de los servicios públicos.