Larry Diamond
Si un presidente quiere combatir la corrupción, necesita instituciones fuertes y vigilancia ciudadana

Larry Diamond es uno de los mayores expertos en democracia global, sabe muy bien que ningún mandatario es un ángel, pero puede tener ‘debilidades’ personales o institucionales, en términos de valentía y de voluntad para gastar su capital político en el combate a la corrupción. Con más de 40 publicaciones propias y en coautoría en materia de democracia, el investigador del Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford, es consciente de que hasta los presidentes de naciones soberanas tienen límites para su actuación. 


Ethos: ¿Cuáles son las condiciones mínimas que un país o gobierno debe cumplir para lograr un combate efectivo de la corrupción? 

Diamond: Las condiciones más importantes son de tipo institucional. Es necesario tener un sistema judicial independiente, fiscales y operadores anticorrupción independientes; tener empleados bien capacitados; sus directivos tienen que haber sido nombrados de manera autónoma y estar aislados de interferencia y control político para que los fiscales no puedan ser neutralizados e impedidos para proceder, ni utilizados como un arma para acechar a la oposición política. 

Básicamente necesitas un aparato de rendición de cuentas horizontal, robusto, autónomo, con suficiente presupuesto y, efectivamente, aislado.

La arquitectura más amplia implica a las cortes, los fiscales, las comisiones anticorrupción, así como a los auditores estatales. Es mejor si tienes un ombudsman. Es extremadamente importante contar con algo así, pero sabemos que no se pueden tener estas instituciones y que es difícil defenderlas sin una sociedad civil movilizada que las demande, que haga equipo y que las defienda. 

Yo diría que otro elementos clave es contar con una prensa independiente, vigorosa y bien capacitada, que pueda agregar un nivel adicional de vigilancia y escrutinio, particularmente a través de periodistas de investigación. Otro es el liderazgo presidencial, porque tanto la Presidencia como los primeros ministros en muchos de estos países tienden a ser tan poderosos que pueden neutralizar a estas instituciones si así lo desean. Y sin algún tipo de compromiso ejecutivo de alto nivel, es difícil ver que estas estructuras surjan. 

E: ¿Qué sucede cuando los esfuerzos de combate a la corrupción se concentran en la figura de un presidente y dependen de su voluntad política?

D: Tienden a desvanecerse, porque es muy difícil sostenerlos. La única manera de mantenerlos es institucionalizarlos y ponerlos fuera del control presidencial.  

E: ¿Cómo lograr esto?

D: Movilizando a la sociedad civil, despertando una conciencia social fuerte entre el electorado. Yo creo que eso es importante en cualquier caso para mantener cualquier movimiento. 

E: ¿Qué papel juega el respaldo que pueda tener un presidente de su partido político para lograrlo?

D: Mientras menos apoyo tenga un presidente de su Congreso o de su partido, más tendrá que movilizar a la sociedad civil y generar presión entre los grupos de base, para que el Congreso tenga temor de obstruir, y sepan que habrá un precio a pagar en su futuro político si deciden hacerlo. Pero si el presidente no tiene ningún tipo de apoyo y actuación, y algunas de las personas en su contra son miembros poderosos del Congreso, entonces se corre el riesgo de que sea destituido o que se le obstruya en cualquier otra acción en su agenda. Vivimos en un mundo real, el presidente también tiene que ser pragmático. 

E: ¿Conoce algún caso particular que ayudaría a ilustrar esta situación?

D: Es tan raro encontrar un presidente apasionado por el combate a la corrupción, que no puedo pensar en un escenario ideal. Hay que tener en cuenta que, para ganar las elecciones en estos sistemas corruptos, un presidente debe hacer todo tipo de concesiones y pactos. Hasta [el presidente de Ucrania, Volodímir] Zelenski, quien yo creo que sí quiere combatir la corrupción, tuvo que apoyarse en un oligarca ucraniano, que vive en el exterior, muy poderoso y de quien –probablemente– recibió fondos para su campaña. 

Así que un presidente que quiere combatir la corrupción, probablemente no ganará una elección a menos que cuente con un fuerte apoyo social. Si lo tiene, probablemente va a contender como independiente, y como lo hizo Zelenski, lo tratará de hacer con varios activistas anticorrupción en el Parlamento. 

El escenario más común es que el presidente sea una persona decente, no un ángel. Él o ella tienen la intención de hacer las cosas bien, pero están inmersos en un sistema, en el que constantemente los están presionando miembros de su comunidad, de su familia, de su grupo étnico o de su partido político a que les den contratos, a que los ayuden, y eso es algo muy difícil con lo que hay que lidiar. 

El motivo por el que se necesitan instituciones es porque la mentalidad y la práctica de la corrupción permea las culturas y vida diaria de arriba para abajo, entonces, los presidentes que buscan reformar están del lado correcto, pero no son ángeles, no son defensores, tienen debilidades personales, tienen sus propios límites, en términos de valentía y voluntad, de gastar su capital político en esto.

Por eso es tan importante contar con una fuerte activación social, hay que enfatizarlo mucho. Creo que uno de los descubrimientos más relevantes de lo que sería la segunda, o tal vez ya la tercera generación de investigaciones en materia de combate a la corrupción, es que no logras tener estas instituciones, fuertemente estructuradas, bien financiadas y operando adecuadamente, sin el respaldo de una poderosa activación social.

E: Usted mencionó la importancia del periodismo de investigación como un factor para la rendición de cuentas, pero ¿qué pasa cuando las revelaciones de corrupción en la prensa solamente generan un malestar temporal y las cosas continúan iguales cuando el escándalo se enfría?

D: En este tipo de escenarios puede suceder algo mucho peor que eso: no se enfría una revelación, sino que se ‘sensacionaliza’, se vuelve una práctica continua, una búsqueda constante de escándalo que cobra vida propia, en una carrera competitiva de exhibir y denunciar, y el público comienza a pensar que todos son corruptos, entonces populistas como [Jair] Bolsonaro son electos presidentes, o como sucede actualmente en Perú, donde todo el sistema político está canibalizándose a sí mismo, algo realmente alarmante.

Yo sigo favoreciendo las investigaciones periodísticas fuertes, pero creo que tienen que ser muy profesionales; por lo tanto una de las soluciones es la profesionalización de los medios y de la prensa. Hay un centro en Europa del Este que capacita y apoya a periodistas para que realicen reportajes de investigación, y es apoyado por la Fundación Nacional para la Democracia. Estoy convencido de la necesidad de capacitar constantemente a periodistas con recursos para que monitoreen el gasto gubernamental y promuevan una vigilancia permanente. 

También necesitamos a una sociedad civil activa, así como instituciones de supervisión, de vigilancia legislativa, organizaciones de vigilancia presupuestal que monitoreen el gasto gubernamental y la repartición que se le da en los congresos, los contratos y otras cosas. Organismos que saben sacar provecho de las leyes de acceso a la información –que es otra pieza importante del rompecabezas–, que sepan monitorear lo que está haciendo el gobierno y escudriñar las declaraciones patrimoniales.

Lo ideal es aplicar el estándar de oro para el control de la corrupción, algo que muy pocos países hacen: exigir a los miembros del Parlamento, a los integrantes del gabinete, a burócratas de carrera de alto nivel y, obviamente, al presidente o primer ministro que no solamente presenten declaraciones patrimoniales cuando ingresan al cargo y cada año subsecuente hasta abandonarlo, sino que estas declaraciones, con ciertas limitantes de privacidad, puedan hacerse públicas para el escrutinio de la población. 

En muchos países se examinan seriamente estas declaraciones patrimoniales, pero si no están disponibles al público para su escrutinio, no es posible saber qué tanto están siendo vigilados y a cuántos se les permite salirse con la suya, así que el público tiene que estar bien informado. Es entonces que las leyes para el acceso a la información juegan un papel importante.

Obviamente un país también necesita leyes fuertes para combatir los conflictos de interés, que eviten relaciones comerciales entre el gobierno y las empresas de los propios funcionarios públicos y de sus familiares.

Para esto se necesita por lo menos una o dos organizaciones, o alguna coalición, grupos que pueden ser apoyados por agencias como la Fundación Nacional para la Democracia, la USAID [Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional], las instancias de ayuda alemana o inglesa, la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional o la Agencia Sueca Internacional de Cooperación al Desarrollo.

Así que los países más pobres necesitan formar organizaciones, enviar a su gente al extranjero para capacitarse, escribir propuestas de financiamiento, obtener dinero y gradualmente aumentar su capacidad no solo para monitorear el funcionamiento de los gobiernos e incidir en la creación de procedimientos institucionales sólidos y financiamiento adecuado para que funcionen, sino también para seguir trabajando en crear conciencia en la sociedad sobre la importancia de estos temas, a través de campañas de concientización, de acción en los medios, de dramatizaciones, de visitas a las comunidades. 

Es decir, vas a las universidades, apareces en televisión, trabajas en alianza con líderes comunitarios y religiosos, formas una estrategia para hacer llegar tu mensaje a la sociedad y movilizarla, promoviendo vigilancia inteligente, sin cinismo sobre la política, porque hay una línea muy delgada: si se genera una impresión de que todos los políticos son corruptos, se corre el riesgo de generar un rechazo de las personas, de distorsionar su impresión sobre ellos al punto de que la gente piensa que no vale la pena molestarse en cambiar si todos son corruptos, y que no se puede hacer nada para cambiar esto. 

Por lo tanto, se necesita dar a las personas realismo y esperanza, así como vocaciones y habilidades particulares.